Un blog que disfruto entre carnavales de pensamientos sentado a la orilla de un río de historias revueltas llamado mundo, agitando venturoso la pluma de pescar que llevo dentro, para hilvanar, mágicamente y con decoro, las palabras extraviadas que van a la deriva.

NO OLVIDES TU OPINIÓN

Próximas obras

Novela 1:
Conoce algunos detalles sobre la novela "El árbol de alacranes"

Novela de ficción con un enorme efecto psicológico generado por el secuestro, la corrupción y la violencia en todo su esplendor, bajo dos escenarios: la guerrilla y la política.


Échale una ojeada a la carátula, y te dirá más de lo que puedas imaginar


No hay duda que:
Sin voz, nos toca aprender a vivir cada día una libertad imaginaria sintiendo el verbo del abuso y la opresión dejarnos sin respiro. Y aun así, sonreír.
Pero cuando también se pierde esa libertad,
la boca se torna parapléjica al quedarse sin risa,
y las manos pierden el encanto al quedarse sin gestos.

Yuván de J. Z. V.
Sinopsis
El árbol de alacranes, es una parodia de la acción delictiva de la guerrilla en Colombia bajo el patronímico del ERAL: “Ejército Revolucionario Armado de Liberación”, que refleja, como en un espejo, la guerra desatada entre la Guerrilla y el Gobierno por décadas, esbozada desde la tragedia del secuestro que vive la senadora Lucía Cadenas, cuando su destino fue forjado desde el Congreso.
Traición, corrupción, parapolítica, muertes y la soberbia del poder serán desmantelados en una vivencia que debió soportar: depravaciones, sacrilegio, sometimiento, enfermedades, un embarazo y dos hijos no deseados, la muerte de uno de ellos y la pérdida del otro que aparecería tres años después.
Fue el acuerdo humanitario, el milagro no creído que la retornaría a la vida. ¿Cuál vida? El amor y la fe, son dos virtudes extraviadas que despertarán con la tragedia. Y la religión con su doble moral deberá también asumir su papel de víctima y victimario.
Acá tienes un adelanto del primer capítulo:


Capítulo 1

Lucía estaba algo adormilada escuchando la grabación, reclinada con los pies recogidos en una antigua silla mecedora de mimbre estilo thonet, de madera curvada. La respiración no era sosegada. Ni los latidos de su corazón eran pacíficos. Ni los pensamientos eran mansos. Le hacía falta ver a su madre.
—No es una sensata excusa —expresó ella en la parte final de la conferencia— ni menos una justificación racional pensar con desatino en que la violencia es necesaria, cuando es innegable el hecho de que el gran talón de Aquiles en el proceso de paz, es… las ganas de violencia, unas ganas que son efecto del accionar delictivo de grupos terroristas como el ERAL, que han hallado correspondencia del Estado en sus nefastas pretensiones, evolucionando desde el inofensivo síntoma del malestar al agresivo virus de la demencia, cuando el secuestro y la muerte, entre otras obscenidades que a diario practican, son consideradas, necesidades elementales para su propósito gremial.

»
Su antes bien formada ideología tuvo un principio, pero su evolución distorsionada en el tiempo, se ha reencarnado en un pensamiento burdo, generando la pérdida de identidad y la cuenta regresiva de los días sabios, hoy extraviados en la pesadumbre de un pasado oculto por las riendas de la historia.
Concentrada en lo ocurrido, Lucía recordó que en esta parte del discurso, tomó un sorbo de agua y observó con disimulo el reloj mientras colocaba el vaso al lado del atril.
—La tranquilidad que debiera irrigar los corazones de los habitantes de esta nación —prosiguió—, estimular cada sueño y fortalecer el aliento de vida en la vigilia, ha sido transformada tan sólo en un amuleto de la discordia, la carroña de tantos pandilleros que con sus contribuciones, han mutado la esencia de la paz, aquella que dormita en la mente de millones de colombianos bajo el emblema simbólico de una inocente y nívea paloma, para verla convertida en el buitre de la guerra. Le han arrancado la matriz a la collareja y denigrado el símbolo que apacigua el alma y reverdece la esperanza, para depositar el virus de la violencia que germina inocente como un insulto al amor, avasallando todo a su paso.Una leve pausa con un levísimo sonido gutural que por  poco no queda grabado, insinuó un nuevo sorbo de agua. La garganta se le estaba resecando rápidamente.
—La epidemia del mal poder no tiene cura y causa daño irreversible —persistió escuchando mientras sus labios recreaban perfecta y mudamente la oratoria por partes—. Se trata de actos inhumanos de hombres despiadados  que los imaginamos sin corazón, pero realmente ocurre como dijo Hernest Hemingway: «El hombre tiene corazón, señor mío, aunque no siga sus dictados». A lo que yo diría: «O probablemente los siga al pie de la letra, es tan solo que el mensaje nacido del corazón tiene su propio razonamiento; basta con ver los resultados para saber si tal corazón en su entorno es pacífico o violento, virtuoso o inmoral».
Lucía repitió de memoria y con tono sonante, esta última reflexión mientras la escuchaba. En el eco diluido de un murmullo, se oyó la póstuma respiración del silencio antes de emitir las dos palabras faltantes:
—Muchas gracias  —culminó a la par con la grabación.Una ola de aplausos fue la señal del final del discurso. Lucía apagó la grabadora digital, que por más de una hora le calentó los oídos a través de los audífonos. Era la tercera vez que la escuchaba en menos de una semana. Quería estar segura de lo dicho en aquel día, exactamente un mes atrás, donde actuó como conferencista invitada por la Universidad de Antioquia, durante el evento de la Jornada por la Paz y la Convivencia que se celebró en Medellín, con motivo de la Semana por la Paz y la Dignidad. 
No acostumbraba a escuchar las grabaciones de sus discursos improvisados, pero esta vez era distinto; estaba a las puertas de una sesión en el Congreso donde sería el plato fuerte para sus opositores.Se levantó de la silla en dirección a la cocina con las ganas de saborear un tinto amargo que no dudó en hacerlo realidad. Escurrió el último ripio de la cafetera que apenas alcanzó para menguar las ganas con el pocillo a medias, por lo que fue necesario obviar el azúcar. Se acercó a la ventana que desde la cocina daba hacia el jardín, mientras acariciaba con la mano izquierda, la tensa frontera entre el cuello y el hombro derecho. La otra mano, tiesa como una silueta sin dueño dispuesta en el espacio y olvidada momentáneamente por el cerebro en trance, sostenía el pocillo que exhalaba el aroma fantasioso del café amargo, aún caliente, aspirado con apetencia desde sus pulmones, hasta desenhebrar el último de los hilos de vapor que se colaba por las fosas nasales para despertar el aliento. Sabía que en la plenaria del Congreso el día sería más tenso. Y estaba a unas cuantas horas de sueño para el gran día.Un bostezo fue suficiente para recordarle el tema que seguía. Ya tenía la piyama puesta, y encima, una chaqueta térmica para combatir el frío agresivo de la capital que por aquellos días andaba de fiesta. Era el tipo de ropa que acostumbraba a vestir en casa de inmediato a su llegada, a menos que ya existiera un compromiso que la obligara a ausentarse de nuevo.
Retornó a la habitación dispuesta para descansar y añorando estar en la casa de su madre, pero faltaban algunos días para el viaje. Antes de ir a la cama se sentó en un butaco de madera, al frente del tocador de color miel y bronce, en una combinación armónica y desestresante. Con los codos apuntalados sobre las piernas y los dedos entrelazados, observó el espejo completo, que voraz, la engulló de un solo bocado para mostrarle sus encantos y desencantos. Los primeros eran muchos, los segundos, no se apreciaban con facilidad. La luz de la habitación refulgía sobre la claridad de la tez blanca, con una imperceptible dosis de coloración trigueña oculta en alguna parte del cuerpo. Tendía a ser semejante a su madre. Las ojeras claramente demarcadas insinuaban un rostro agotado que, semanas atrás, lució resplandeciente, joven y terso. Se hacía obligatorio un truco de maquillaje para desaparecerlas.
Algunos pliegues finos en la frente, manifestaban el inicio del proceso de envejecimiento interno. Las patas de gallo, apenas levísimas aflorando al lado de los ojos, delataban un sobre esfuerzo en las facciones del rostro que tenía mucho que ver con su vida profesional. Ante aquel vergonzoso paisaje anatómico que prematuramente la angustiaba, sólo se le ocurrió pensar que si no tomaba la vida con calma en todas sus facetas, muy pronto, el rejuvenecimiento facial y corporal sería extremo y necesario. Un fino manojo de cabello castaño y lacio intentaba disimularlo.
Sobre la mesa de noche descansaba plácido el libro: “De amor y de sombra”, escrito por Isabel Allende; aquella majestuosa novela que inició hacía más de un mes, pero los últimos sucesos sociales postergaron el deseo de continuar la lectura. Lo tomó al menos para acariciarlo, abriendo la barriga para dejar escueta una hoja de block doblada a la mitad, que hacía las veces de separador de texto, dejándose tentar para postergar un poco el descanso y desdoblarla antes que ingresar en un sueño profundo, y sentirse asediada por la intriga de lo que pudiera ser, perturbando la paz y retornando del sueño, envuelta en un cansancio mayor y musculoso que lastimaría todas las buenas intenciones del siguiente día. Contenía un par de frases escritas de tres enumeradas, que leyó entre susurros mencionando una a una en orden numérico.
«Uno: …Y la risa se quedó sin boca, sentenciada a padecer en los preludios de la muerte. Dos: El amor es un intruso que no tiene nada qué hacer donde el desamor gobierna, pero hay ocasiones en que la desesperanza no debe de existir, así nos veamos reflejados en el espejo de las incomprensiones. Tres:…»
Sonrió, intentando recordar el momento en que había iniciado el escrito y el motivo, para que le hubiera dado esa inicial forma filosófica que intentaba descifrar, y que por los puntos suspensivos al principio y al final del párrafo, con el numeral tres vacío, daba la impresión de haber quedado a medias.
Sabrá Dios en que estaba pensando dijo—, pero por ahora, es mejor hacerle caso al sueño. Mañana será otro día. Buenas noches papá. Que descanses como siempre… desde aquel día.
Mientras se santiguaba, murmuró la última frase con regocijo antes de meterse a la cama, dirigiéndose a la fotografía de colores sepia, del tamaño de la palma de su mano, que resaltaba sobre el portarretrato de madera pálida, puesto sobre el nochero hacia su lado derecho.
...y lo mejor
pronto la encontrarás en las redes sociales...


Novela 2:

Conoce algunos detalles sobre la novela: 
"Deshojando una flor frente al espejo"

Novela de ficción juvenil que muestra lo aterradora que puede ser la enfermedad de la anorexia, cuando se convierte en el medicamento salvavidas de la baja autoestima.

Échale una ojeada a la carátula, y no tendrás que imaginar los efectos


No hay duda que:
Cualquier juego del que se quiera aprender, incluso la inofensiva práctica de una enfermedad sin darse cuenta de ello, puede convertirse en un ogro psicológico que marque la diferencia entre lo que es vida y la ansiedad de vivir, lo que no es vida y la necesidad de morir.
Yuván de J. Z. V.  
Sinopsis
Nuestra protagonista Alina, jugó demasiado cerca al dolor y al miedo con la práctica de la anorexia, porque se veía demasiado insignificante ante el poder diabólico de los comentarios. Fue entonces, cuando sintió el complejo de un entorno superior que la amedrentaba sin excusa. La magia del amor, o algo tan valioso como la valoración hacia sí misma que la arrebatara de esta tragedia, era solo un espejismo sin fuerza ni fundamento.
Pudo más el deseo de ser quien no se es, que la conciencia de aceptar lo que se tiene y aprender a vivir una felicidad distinta. El final era inevitable.
Acá tienes un adelanto de la novela:

Cada mañana, el despertador, no era más que una insignificante onda sonora en el vacío. No había músculos que despertar. La dosis de sueño se hizo mínima cada noche, y durante el día, se esfumaba como una sombra huyendo de su propio destino, al que ya conocía.
Los días y las noches de insomnio, se repetían como sucesos interminables de dolor, y la única música que se apoderaba de la decadente Alina, era un ligero y tenso respirar, como si tan solo el intento de pensar, la fatigara. El insomnio era su propio despertador que la acosaba como una fiera impredecible y detestable, para hacerle daño. Así lo interpretó por cada vez desde que los sucesos se hicieron frecuentes, pero jamás se le ocurrió pensar, al menos cuando podía hacerlo con más conciencia y uso de razón, que los regalos de la vida: buenos o malos, no son gratuitos, y ese insomnio, de hecho insoportable, podía ser la causa de tantos esfuerzos con métodos propios, por el rechazo a mantener un peso corporal normal. Porque cuando el equilibrio biológico tambalea, el desorden atiende el llamado de forma natural.
El aliento durante el desvelo, le alcanzaba para deslizarse torpemente hasta el espejo ubicado a la entrada de la habitación, sin la menor intención de consultar quien era la más bella. Se veía abultada. El engaño de la mente que distorsionaba su escuálida figura, era producto de su enfermedad. Pero, ¿cómo hacerle entender a Alina que estaba enferma? Se lamentaba con un miedo intenso sujetando el flácido forro con pliegues de su piel, en tanto que el espejo, así hubiera podido emitir palabra alguna, tan solo hubiera callado.
A Alina se le había olvidado, que era y valía más que una imagen, que en alguna parte de este universo sin interesar el mañana o el ahora, su media naranja aparecería en un vehículo llamado amor, y que sin importar cual fuera la fisonomía de su cuerpo, la ceguedad de su corazón, la terquedad de su género o la inteligencia emocional, se enamoraría de ella con la idea de producir una, un par o más… de naranjitas.
Pero ocurrió, lo que tristemente tenía que ocurrir. Alina, en su decaimiento, deshuesó lo último que le quedaba de aliento deshilando el alma y esbozando una famélica sonrisa a la que se le notaba el esqueleto, que apenas alcanzó para expresar una felicidad distinta cuando el ángel de la guarda, con las alas desplegadas, ansioso e impaciente, esperaba su alma acaudillada de padrenuestros.
Fue en el preciso instante en que la muerte entraba a hurtadillas. El ángel debió apenarse al verla en aquel deplorable estado del que fue testigo por largo tiempo, en especial, cada vez que la trágica muerte con su indómita naturaleza de pavor y de agonía eterna, se hizo presente en su habitación con cada sensación de final que le llegó. 
De verlas a las dos danzando sobre el vals de la desgracia, no se sabría cuál de ellas, era la muerte.

Ensayo:
"Que miedo ser humano"
Una verdad sin religión ni estigma




Acá tienes un adelanto del ensayo:
Qué entendemos por camino, sino, la necesidad de llegar a alguna parte. Qué entendemos por libertad, sino, la necesidad de sentir y compartir el privilegio de una felicidad absoluta desarraigada de pesadumbres. Pero, el concepto de libertad mirado sin el envoltorio masoquista de la resignación, se nos presenta como el triste placer de contemplar la condena de un sentimiento adverso, proliferado por la simple suma de todas las maldades. Que no es otra cosa que, «una libertad sometida y sin alma».
La libertad proviene del sagrado sacramento del nacimiento que por derecho nos lo otorga como un bien natural. Nacemos libres por naturaleza, con el sarcástico y conmovedor razonamiento de que la naturaleza no es libre.
Tratar de definirla en la actualidad con los sinsabores del ser humano, más como un ser mortal atiborrado de penurias que un ser espiritual, no dista de ser un perfecto dinosaurio que ha perdido su hábitat. Ya perdió las alas convirtiéndose en un animal terrestre y ponzoñoso, que se arrastra como reptil injuriado por la mortalidad sin juicio de su más acérrimo depredador: el hombre, hasta que le llegue el día de la extinción.
Debemos ser conscientes de que la libertad no es tiempo, ni el tiempo es libertad. No es un secreto, pero sí un insulto, que en la fábula de la humanidad con sus vivencias adversas y terrenales, el personaje de la libertad no es otro que, la bella durmiente del siglo XXI, adormecida con formol, encadenada y alérgica al aire, a la espera de que la bese un hombre hecho de viento. ¡Qué desgracia!
.
Y un poco más acá...
Tal cual se llega al padre solo a través del hijo conforme a la doctrina católica, para llegar a la muerte, hay que comparecer ante la agonía. Es así como simbólicamente se nos presenta que, para llegar a la paz, hay que tomarla de los desnaturalizados designios de la guerra, y para alcanzar la libertad, debe surgir de un ecuánime proceso de paz, el mismo que se dilata entre las vértebras del tiempo por las necedades de la irreflexión como una hija del mal poder. Un desequilibrio con su monserga que hay que equilibrar. Pero si el equilibrio de la libertad cimenta sus esperanzas en los líderes que han perdido la cordura a causa de la ambición del poder, es casi como pretender que un pedófilo le dé orientación sexual a nuestros hijos, o que un amante de la guerra sea el interlocutor de un proceso de paz.
Las manos impúdicas y los espíritus mancillados con las acciones turbias y perpetuas, no pueden ser objeto promotor de las buenas acciones.
Para el caso de Colombia, el gobernante ha olvidado que la variable «paz» en el campo de la matemática, es una magnitud de la “integral definida” aplicable en el territorio colombiano, y necesaria para determinar el valor de las áreas afectadas. Siendo pues, la paz, un factor de la integral definida, está precisada por la sumatoria de muchos sumandos… Por lo que es inconcebible que la receta para esa paz del gobernante colombiano, se valga de una fórmula matemática y estadística atrevida y mentirosa, al olvidar que la guerra no es de un solo actor, lo que implica que la paz tampoco lo sea, y que el conflicto armado en el tiempo se reproduce con efectos múltiples.
Según el gobernante y su equipo de séquitos expertos en malabares con palabras, Colombia vivirá por fin en paz con el acuerdo de La Habana. Una jocosa falacia que hace reír hasta a los que no tienen boca, o aquellos cuya risa es parapléjica.  ¿Acaso, el señor presidente descubrió la fórmula para que de una vez por todas, una golondrina sí haga verano? Y lo peor de todo es que el mismo se ha convencido de su hipótesis, para tener el descaro de convencer a otros.
Espera paciente... pronto estará publicado y lo hallarás en las redes sociales.

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